15 de noviembre de 2010

Érase una vez...


Érase una vez, una niña a la que todas las noches su madre se sentaba en el borde de la cama, la arropaba y la contaba un cuento mágico diciéndola que si creía en que pudiera pasar la acabaría pasando....
Una niña a la que contaron que si perdía un zapatito de cristal a las doce de la noche un príncipe iría a devolverselo o que si no volvía a mentir no la crecería la nariz.
Una niña a la que la contaron que un día Peter la vendría a buscar y se la llevaría lejos, muy lejos de aquí, siguiendo el camino que lleva a Nunca Jamás.
Una niña a la que contaron que todos los animalitos del bosque la ayudarían a limpiar la casa y que siete enanitos estarían con ella hasta que su príncipe llegara.
Una niña a la que contaron que tenía que hacer su casa de ladrillo y no de paja o de madera.
Una niña a la que también contaron que siempre que iba a visitar a su abuelita para llevarla algo se tenía que fijar en si su abuelita tenía los ojos, las orejas o la boca muy grande.
Una niña a la que contaron que si veía tres platitos de sopa no se comiera ninguno.
Una niña a la que contaron que un caballo llamado Pegaso podía volar y que podía ser diosa y mujer haciendo caso a una cabra que hablaba.
Una niña a la que contaron que tuviera cuidado con los agujeros en el suelo ya que se podría caer y llevarla al País de las Maravillas donde un conejo decía siempre que ya eran más de las tres.
Una niña a la que obviamente contaron que un príncipe se fijaría hasta en una sirenita que vivía bajo el mar y que si apostaba con los dados ganaría un mapa que la llevaría a un lugar oculto lleno de oro.
Una niña a la que contaron que si de verdad creía en la persona de la que se enamoraba podía cambiarla para que dejara de ser una bestia.
Una niña a la que contaron que dos perritos se podían dar un beso mientras cenaban spaguettis.
Una niña a la que contaron que unos gatos podían bailar jazz en un tejado.
Y una niña a la que contaron que no importaba si tenía las orejas un pelín más grandes o cualquier otra cosa porque un elefantito seguía teniendo una bella personalidad a pesar de todo.

Lo que su madre no la hizo demasiado hincapié es que en todos los cuentos siempre había un malo.
Estaba la madrastra que quería impedir a toda costa que el príncipe encontrara a la del zapatito o la que siempre le decía a un espejo quién era la más guapa por envidia, o el capitán que siempre quería matar a Peter, o también un animal que quería que cada vez Pinocho mintiese más.
También estaba el malvado lobo que se quería comer a Caperucita o el que tiraba abajo la casa de los cerditos, y los dueños de los platitos, esos adorables ositos.
El malvado Hades que quería que Hércules no se combirtiera en dios, la malvada pulpito que odiaba como cantaba la Sirenita, los gatos que odiaban a Bella, el mayordomo malo, la reina que siempre quería cortar cabezas y las personas que se reían de los defectos del elefantito también aparecían en esos cuentos...

Pero su madre prefirió que se quedara con lo mágico de los cuentos, con que a pesar de todo, todos acababan con un final FELIZ, con que cuando fuese mayor se siguiera acordando de que tenían ese final para ahora que ya era grande creyera que todas las cosas podían salir bien aunque en su cuento apareciese alguien que la tuviera envidia por ser más guapa que ella, o que tuviese envidia de su voz o que se riera de sus defectos. Que recordara que todo hay que dar una segunda oportunidad a las personas, no todos somos unas bestias, podemos cambiar. Que hay que fijarse en las personas porque no todas son lo que parecen o que tienes que tener seguridad en ti mismo para que no venga un lobito y te tire todo tu autoestima abajo. Que siempre había que decir la verdad y seguir tus principios y que en algún momento ese príncipe aunque no sea el más perfecto, porque nadie lo somos, puede ser el que te devuelva tu zapatito de cristal. Y lo más importante que quiso su madre al contarla los cuentos, fue que siempre, siempre tuviera en su interior al pequeño de Peter.
Porque uno es Peter Pan cuando recuerda estos cuentos, cuando compara lo que hacía de pequeño con lo que hacen los niños de ahora, cuando se mira en los vídeos y fotos y siente nostalgia y envidia porque quiere volver a hacer dibujitos en el cole. O simplemente uno es Peter cuando ve que se está haciendo mayor, que la vida pasa, que nunca más vas a volver a ser así ni a tener la misma mágia que tiene un niño, que cada vez le va costando más levantarse cuando se cae y que las preocupaciones de me ha quitado un tazo, no he conseguido el cromo que me faltaba o no he conseguido decir por mí y por todos mis compañeros ya no existen.

Creo que la madre de esa niña que todas las noches se sentaba en la cama y decía érase una vez le hizo el mejor regalo que una madre le puede hacer a su hijo. Creer en la magia. Y si cuando estaba leyendo esto te has acordado de los cuentos y ha aparecido una sonrisa en tu cara es porque todavía ese Peter Pan no se ha pinchado con un huso y se ha dormido eternamente. Y si por el contrario no has entido nada, busca en tu interior y dale un beso de amor eterno para que despierte y nunca más se duerma. =)

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